ÍNDIGO es el título de nuestra exposición en Concepción 41. Es también una puerta de entrada a un mundo diferente que asumimos como un espacio donde circular o mas bien hacer participar nuestras obras. Esta puerta, que es un color, es una formalidad en toda su expresión. A la vez es un elemento que puede atraer o deslumbrar o producir un momento de silencio, de contemplación. Es también una bisagra, entre las intenciones de cada uno con las expectativas del lugar – tanto nuestras hacia el como del lugar hacia nosotros. Es por último una conexión a técnicas por aprender, a conocimientos un poco dejados de lado en los circuitos de circulación de arte contemporáneo, donde por ejemplo la tintura y el bordado son considerados por lo general técnicas artesanales mas que herramientas aplicables a la discusión de “problemáticas actuales”. Esto tiene que ver con la asentada noción de des-manualización de las practicas contemporáneas, al cual nos oponemos. En este contexto nos encontramos, en una disyuntiva: intentar mirar y comprender el futuro y el pasado al mismo tiempo. Y de fondo de esta disyuntiva están los tejidos ¡Qué maravillosos tejidos! La fabricación de textiles en una región tan rica como esta no puede ser omitido – sobre todo por el tipo de trabajo que hacemos – pero tampoco queremos caer en la asimilación superficial de los elementos étnicos, sociales y políticos que esto conlleva. Por eso preferimos la honestidad del color índigo, preferimos la honestidad de escoger y enfocarnos en un solo elemento, con una historia y desarrollo particular dentro de la región. De este elemento nos aferramos y secretamente pensamos “ojala todo se tiñera”. Imagínense a Antigua entera de azul-índigo: un mundo extraño, maya, ancestral, colonial, local y turístico-internacional a la vez. Todo de un color, o tal vez todo en gamas de un mismo color.
Nuestros trabajos son entes separados pero están acostumbradas al dialogo, tanto entre si como con los lugares. También, en momentos que son exhibidas juntas, buscan producir cierta confusión de autoría. Por ello la exposición en Concepción 41 esta pensada como un fluido de confrontaciones y acentuaciones de ciertas características del lugar. El verde del patio, crecido con las lluvias que llegan, de a poco pero llegan, un perfecto “Green Cube” abierto. Los árboles al lado de la piscina, perfectos pilares naturales. La casa-taller-oficina, arrimada, o apoyada, a la iglesia de la Concepción. Y de fondo el volcán y esas nubes locas.
ARTISTAS
Johanna Unzueta y Felipe Mujica pertenecen a la escena chilena de los 90, educándose y comenzando sus carreras durante la transición democrática post-dictadura de Pinochet. Un periodo altamente intenso y dinámico Chile experimentó fuertes cambios económicos y políticos y vivió una efervescencia cultural importante. Ejemplo fue la creación de Galería Chilena, espacio independiente y nómade manejado por artistas del cual fueron participes entre 1997 y 2005. Sin embargo no se vieron los mismos avances en el ámbito cultural y específicamente en el circuito muy incipiente de arte contemporáneo, razón por la cual deciden radicarse en Nueva York desde principios del 2000. Acostumbrados a colaborar Johanna y Felipe constantemente buscan y gestionan sus propios proyectos, siempre en colaboración con otros espacios o personas. Desde 2008 han editado y diseñado una serie de libros de artista/catálogos, siguiendo un espíritu de autogestión y lo que ellos llaman “economía afectiva”.