Hola a todos.
Mi nombre es Oscar Pineda y soy una de esas personas locas que decidió dedicarse a estudiar algo que realmente le gusta y le apasiona, independientemente de si «paga bien» o no. Por eso, hace un par de años, dejé todo y me metí a estudiar Letras y Filosofía en la Universidad Rafael Landívar.
Desde pequeño siempre fui muy curioso y, afortunadamente, tuve adultos en mi vida que me exhortaron a preguntar y a investigar. Siempre fui muy asiduo a las ciencias y ya un poco más grande, le tomé un enorme gusto a la filosofía.
Veo a ambas cosas como complementarias, dos disciplinas que aunque se peleen de vez en cuando, no pueden vivir una sin la otra. Comparto mucho de lo que dice el filósofo Daniel Dennett: creo que no hay ciencia sin filosofía, sino que simplemente hay ciencia cuyo equipaje filosófico se sube a bordo sin examinar. Y de la misma manera, creo que no puede haber (buena) filosofía sin ciencia. Es posible imaginar cualquier cosa, pero eso, por sí mismo, no implica que corresponda a la realidad. Creer lo contrario, me temo, es abrir la puerta a un montón de estupideces con diferentes grados de nocividad para nuestras vidas—es, como lo ilustra el filósofo Stephen Law, autor de Believing Bullshit, correrse el riesgo de ser succionado por un agujero negro intelectual.
A pesar de esto, creo que la razón y el pensamiento científico no lo son todo en esta corta existencia sobre este minúsculo y pálido punto azul. Somos, en buena parte, seres irracionales y muchas de nuestras inquietudes e impulsos apelan a esta parte de nuestro ser. Quizás la vía más común—y la más aceptada socialmente—de abordar estas cuestiones es a través de la religión. Pero la religión tiene un problema bastante grande: generalmente es dogmática y en la mayoría de casos va completamente en contra de la razón. No hay que ir muy lejos para toparse con algún ejemplo flagrante de cómo la vida de alguien está siendo arruinada por la religión.
Hay otras formas más nobles en las que las personas intentan llenar esa parte irracional, o «espiritual»—a falta de una mejor palabra—de su existencia. Generalmente están permeadas por una suerte de pensamiento mágico y místico que no comparto, pero que respeto bastante más que la forma religiosa de querer entender el mundo y nuestra relación con él.
Formas más nobles, sí, pero no por ello alejadas de los problemas que crea la religión, en mi opinión. No soy un dogmático de la ciencia o un fundamentalista de la razón, pero trato de dirigir mi vida de acuerdo a un simple principio, al que he aludido más arriba: No creo que debamos basarnos únicamente en la ciencia y en la razón porque estos son factores necesarios, más no suficientes; pero sí debemos de desconfiar de cualquier cosa que contradiga a la ciencia o que ofenda a la razón. Es importante que mantengamos una mente abierta (pero no tan abierta, que se nos caiga el cerebro), que respetemos el libre cuestionamiento y la abierta discusión de ideas como un fin en sí mismo.
Personalmente, creo que una de las mejores cosas que podemos hacer para llenar ese vacío de nuestro ser irracional sin convertirlo en vacíos epistemológicos con el potencial de convertirse en problemas es a través del arte. ¿Quién no ve el mundo de una forma—aunque sea un poco—diferente luego de leer El extranjero de Camus, por ejemplo? ¿O quién puede decir que no siente un pequeño nudo en la garganta, generalmente acompañado de ojos vidriosos, cada vez que escucha el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven? Es posible que usted no conecte con ninguna de estas obras, pero le aseguro que existen otras que sí lo hacen. Esa es parte de la belleza del arte: nos habla a todos de maneras diferentes.
Me confieso bastante ignorante en cuestiones de arte, pero me gusta pensar que cumple una función importante en mi forma de entender el mundo, aunque no la comprenda del todo. Creo que esta imagen que encontré en internet resume bastante bien mi actitud ante el arte y la relación que tiene con la ciencia:
Aunque me gustaría matizar que creo que tanto la ciencia como el arte pueden despertar ese sentimiento de ‘wonder’ por sí solas, y la filosofía también. Quizás lo más apropiado, en mi opinión, sería Science + Philosophy + Art = Intensified Wonder.
En este experimento al que amablemente me invitaron quiero comprender mejor esta relación a través de un poco de investigación, reflexión e interacción con gente que sabe bastante más que yo. Quiero ser un poco menos ignorante al final y quizás hasta contribuir con algo importante.
Nos vemos por acá.